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Trébago. Un Castro Celtíbero



por Santiago y José Lázaro Carrascosa


Trébago, un castro celtíbero. Signos convencionales del plano.
  1. Perímetro amurallado celtíbero, que nosotros creemos de mayor estabilidad en el tiempo, y cuando albergó mayor población.
  2. Probable perímetro del castro celtíbero más antiguo. Acaso con poblamiento paleolítico.
  3. Probable límite máximo del castro, en fase acaso romanizada.
  4. Rellenos y materiales de escombros de tierra y piedras pequeñas.
  5. Escombros de piedras mayores formando ahora paredes de bancales.
  6. Hallazgo de sillares grandes sin labra, en lo que creemos muralla celtíbera..
  7. Gran depósito de huesos humanos y de animales. Acaso necrópolis celtíbera.
  8. Hallazgos de enterramientos individuales. ¿Romanos? ¿Árabes? ¿Medievales?
  9. Cementerio antiguo alto-medieval. ¿Acaso del Bajo-Imperio romano o visigodo?
  10. Actual cementerio.
  11. Hallazgo de molinos muy primitivos. Celtíberos o anteriores.
  12. Hallazgo de molinos celtíberos barquiformes o agamellados.
  13. Hallazgo de molinos celtíberos circulares.
  14. Hallazgo de muela manual para molinos barquiformes o anteriores.
  15. Hallazgo de cerámica celtíbera primitiva, mezclada con cerámica pintada de rojo y negro, cerámica tardo-romana y de terrasigillata.
  16. Hallazgo de una tinaja, probablemente funeraria, y pesas de cerámica para telares.
  17. Hallazgo de una piedra inscrita con caracteres ibéricos.
  18. Hallazgo de sillares labrados. Probable muralla o villa romanas.
  19. Hallazgo de cabezas de clavos y otros materiales metálicos romanos o celtíberos.
  20. Hallazgo de monedas, botones, etc. celtíberos y romanos.
  21. Localización de lo que nosotros creemos villas romanas.
  22. Hallazgo de puntas de lanzas celtíberas o romanas.
  23. Hornos, sus restos, de cerámica o tejas. ¿Celtíberos, romanos o medievales?
  24. Hallazgo de tejas romanas o cóncavas.
  25. Hallazgo de tejas romanas planas.
  26. Hallazgo de estelas funerarias romanas.
  27. Hallazgo de balas para catapulta y honda romanas.
  28. Hallazgo de lo que nosotros creemos un pavimento romano de una villa.
  29. Hallazgo de tubería de plomo. Acaso romana o árabe.
  30. Probable puente romano.
  31. Sendas y caminos medievales, probablemente celtíberos, que aún perduran como tales. Sobre algunos de sus tramos se han construido carreteras actuales.
  32. Hallazgo de monedas árabes.
  33. Torreón árabe.
  34. Hallazgo de monedas romanas de plata. Augusto.
  35. Hallazgo de monedas romanas de bronce, clavos, cuchillos y otros objetos de hierro romanos.
Trébago es un pueblo de la provincia de Soria, con categoría de Lugar y ayuntamiento propio. Hace pocos años pertenecía al Partido Judicial de ágreda, y ahora, después de la reorganización Judicial, al de Soria. Desde los tiempos de la reconquista de estas tierras, hacia 1.118, por Alfonso I El Batallador, de Aragón, que fue dando carta de naturaleza a las Comunidades de Villa y Tierra de Castilla y Aragón, perteneció política, judicial, foral y administrativamente a la Comunidad de Villa y Tierra de ágreda, y dentro de ella, a la Comarca, con caracteres fisio-económicos similares, de La Rinconada.

Su tierra, así como la Comunidad de Villa y Tierra de ágreda, fue repoblada mediante cartas-puebla de Alfonso VII por yangüeses, sanpedranos y magañeses, y aunque en el siglo X hubo una primera reconquista de estas tierras a cargo de Sancho I El Grande de Navarra, de fugaz duración, fueron la reconquista y la repoblación de Alfonso I de Aragón y de Alfonso VII de Castilla, las definitivas para la España cristiana.

La permanencia de esta situación política de Trébago, aunque con atribuciones de los Concejos de la Comunidad de ágreda y del pueblo bastante disminuidos, perduró hasta 1.833, en que D. Javier de Burgos inventó la división en provincias, que hasta hoy nos ha llegado.

Eclesiásticamente, de siempre perteneció al Obispado de Tarazona, hasta la reciente reforma en que ahora fue adjudicado a la Diócesis de Osma, a través del Arciprestazgo de ágreda, como en la anterior. Los libros parroquiales de la iglesia datan, algunos, los más antiguos, de 1.508.

Si hemos hecho este preámbulo es para hacer notar que esta entidad de población es históricamente demostrable a partir de su reconquista, ya que la Arqueología, practicada por nosotros, nos viene a demostrar una secuencia cultural, acaso desde el mesolítico; pero indudable, a partir de los más antiguos asentamientos celtíberos del siglo VII, VI a. de C. Lo afirmamos porque de todas y cada una de esas secuencias culturales, celtíbera, romana, acaso visigoda, y árabe, hemos recogido restos e indicios que conservamos. Pero lo que nos interesa en este trabajo es dar a conocer el asentamiento celtíbero, un castro que muy probablemente, dando origen a un conglomerado humano, ha sido habitado ininterrumpidamente hasta nuestros días, en que por cierto, como hoy tantos pueblos sorianos, está llamado a perder sus habitantes, irremediablemente. Fenómeno al cual no han sido ajenos, de ninguna manera, los malos gobernantes que hemos padecido en España durante los ochenta o los cien últimos años.

Adjuntamos un plano del casco urbano del pueblo, confeccionado por nosotros a una escala aproximada de 1:2.950, a partir de la fotografía aérea que el Catastro mandó hacer de todo el territorio nacional en el año 1932. En dicho plano hemos numerado los lugares en donde hemos encontrado restos arqueológicos, y los posibles trazados de las murallas celtíberas primeras, y los posibles agrandamientos de las mismas, en diferentes épocas. En hoja aparte va la explicación correspondiente a cada número del plano.

Los hallazgos celtíberos que hemos hecho son numerosos, tanto de hierro como de piedra y de cerámica, y de todos ellos sobresale una piedra con caracteres iberos, perfectamente visibles. Lástima que sólo sea un fragmento del original.

El asentamiento del pueblo sobre una colina, dadas sus características, es otro dato más a tener en cuenta para demostrar la existencia del castro celtíbero. Dicha colina tuvo, aún se ve y aprecia perfectamente, fuertes pendientes naturales por todos sus puntos cardinales, excepto por el suroeste, y por ello es natural que los primeros ocupantes aprovechasen para su beneficio estas condiciones naturales tan favorables. Con el número uno, línea de punto y raya, hemos señalado, lo que a nuestro juicio debió tener el recinto de máximo desarrollo, celtíbero, pues aún pudieron aprovechar por la parte sur de la colina otro escalón de descenso rápido como defensa natural. Con la línea tres, de cruces, señalamos lo que creemos fue la máxima extensión del casco urbano, que incluso ha llegado a nuestros días. La línea que hemos marcado con el número dos, de rayas, es lo que nosotros creemos fue el primitivo asentamiento humano, en el cual aprovecharon al máximo las condiciones naturales, es decir, laderas de agria pendiente, por todas partes menos por una pequeña porción comprendida entre los puntos que hemos marcado con las letras D y C. Aquí es donde creemos que verdaderamente existió una amplia y fuerte muralla para defensa del paso fácil al recinto habitado, y que ha desaparecido totalmente, rellenando con sus escombros algunos posibles desniveles del terreno, para hacer de la Calle Ancha, letra C, una vía de muy baja pendiente. En esta y sus alrededores hemos encontrado varios restos arqueológicos. Por el resto del perímetro de la línea dos, aunque hubiera muralla, debió ser de menor porte, de acuerdo con las formaciones topográficas del terreno, pero aún así no debió de carecer de ella.

Con el tiempo, la evolución del asentamiento de la población en la colina se realizó hacia las partes bajas, y más intensamente hacia el medio día. Esto debió ocurrir así, ya bajo la administración romana, en que ya no fueron tan frecuentes ni tan intensas las rivalidades tribales, aminoradas por la autoridad de Roma y, al no necesitar de tantas ni tan grandes fortificaciones, los pobladores fueron ocupando, de preferencia, como ha sucedido modernamente, el sur de la colina, que es más abriga y resguardada del cierzo que la propia cima. En cambio, los primeros habitantes, teniendo que atender prioritariamente a su defensa, es natural que ocuparan la parte más alta de la colina, más fría, es cierto, pero más firmemente defendida y defendible.

Por todo lo anterior es por lo que creemos, con lógica, que las posibles murallas se fueron construyendo conforme lo iba demandando el establecimiento de la población, y seguramente por donde hemos marcado nosotros su posible ubicación. Actualmente, más de la mitad norte del terreno comprendido en la línea número dos está carente de construcciones para habitación humana, las que hay son para ganados, y el resto está ocupado por eras de pan trillar y cerrados dedicados a tierras de labor. Por el contrario, en esta parte de eras y cerrados es en donde el terreno está formado por grandes cantidades de escombros, producto, sin duda, de murallas, casas y otras construcciones de los antiguos ocupantes celtíberos.

De acuerdo con el trazado, que para nosotros tenía la primera muralla, número dos, debería tener dos entradas seguras, y acaso tres, al recinto habitado. Nos explicaremos.

Hay un lugar al oriente del pueblo, que todavía se denomina El Portillo Moral, es decir, una puerta pequeña, que sólo puede llamarse así porque, efectivamente, ahí debió existir en tiempos antiguos una puerta. Ahora bien, la dicha puerta pudo tener dos ubicaciones que hemos marcado con las letras A y B. Para nosotros, creemos que la A es la correcta, ya que todavía sirve de acceso a un camino que lleva directamente a la cima de la colina y al centro del recinto amurallado. Esta entrada está ubicada en una pequeña vaguada de acceso más o menos fácil a la cima, pero que, además, era fácilmente defendible por su reducida anchura y su relativa pendiente. También, al comienzo de los fuertes desniveles a ambos lados de la puerta, vemos lo que a nosotros nos parecen restos de cimientos, o paramentos de paredes, enterrados bajo una gran espesor de escombros, que bien pudieran ser restos de las murallas u obras de defensa de la puerta.

Lo que hemos llamado Puerta del Noreste sí nos parece otro de los accesos celtíberos al recinto amurallado, pues sucede lo mismo que en el Portillo Moral. La puerta, actual Calle de Subida al Trinquete, es una pequeña vaguada, de paso natural, y con pendiente más suave que sus aledaños, que también lleva al centro del castro. Además, en su lado derecho, en dirección a la entrada, afloran, bajo una gruesa capa de escombros, grandes sillares sin labra, alineados en lo que parece ser la cimentación de antiguas murallas.

La posible puerta del norte, que no nos atrevemos a afirmar su existencia durante el asentamiento celtíbero, parece un paso artificial, hecho posteriormente, pues es un camino o senda, ahora cortada por una carretera asfaltada, que saldaba en sentido diagonal la gran pendiente para subir al recinto habitado. Puede ser que este camino o senda se fuera configurando en la Edad Media, o también, ¿por qué no?, que fuera una puerta del castro celtíbero.

Finalmente, y por lo que a puertas de murallas se refiere, tenemos la que hemos llamado Puerta del Oeste. Es el acceso más suave al recinto del poblado y, sin apenas pendientes, lleva hasta las partes más altas, a través de calles y plazas. Nos hace pensar en una puerta celtíbera correspondiente a la máxima expansión del castro, ya tal vez romanizado, el que en ese lugar se han desenterrado grandes sillares de piedra arenisca sin labra alguna, parecidos a los de la Puerta del Noreste.

Otro dato a considerar, para deducir que Trébago fue el asiento de un castro celtíbero, o de ocupación humana anterior, es su propio nombre, TREBAGO, que se debe escribir correctamente, sin el acento esdrújulo, tal como se hace con Buitrago, Sarnago, Cornago, Litago, etc., etc,, todos nombres de pueblos, en la Celtiberia, y aledaños a Trébago.

La etimología del topónimo, según D. Ramón Menéndez Pidal en su obra "Toponimia prerromana hispana", la hace derivar de un patronímico, un tal Trebelius, nombre documentado históricamente, adjetivado con el sufijo "acus". De ahí Trebeliacus, y el romanizado Trebiacum, forma al parecer citada por Dextro, y después al actual TRÉBAGO. Por supuesto, D. Ramón considera el topónimo celtíbero. Su significado sería pues, tribu, clan, grupo u hombres de Trebelio.

Trébago (Soria), diciembre de 1.980.    

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