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Emigración Soriana hacia América

Emigrantes trebagueños a América en el período transcurrido entre 1800
y nuestros días, aproximadamente 200 años.



por Santiago Lázaro Carrascosa


Nuestra provincia de Soria, excepto durante los primeros tiempos de su reconquista hasta mediados del siglo XIII, y desde mediados del siglo XIV a mediados del XVI, nunca ha dejado de ser exportadora de hombres hasta nuestros días, en que prácticamente ha quedado despoblada, con índices de población que la hacen ser considerada como desértica. El primer período en que la población se mantuvo estable se corresponde con el gobierno de Castilla, por las Merindades y las Comunidades de Villa y Tierra, bajo la jefatura del Rey, y en él existió un equilibrio muy beneficioso entre la explotación agrícola, forestal, ganadera trashumante y ganadera estante, y por eso se pudo mantener la autarquía económica en todas las entidades de población castellanas. El segundo período, en que también se mantuvo la estabilidad poblacional, se corresponde con el auge de toda la ganadería en general, y la trashumante en particular, de la que Soria se benefició por sus condiciones aptas para este desarrollo ganadero. Paradójicamente, este desarrollo extraordinario de la ganadería trashumante provocaría en los siglos XVII y XVIII una regresión económicaagraria fatales para la población.

A esta regla de despoblación soriana no debería escapar, y no escapó, nuestro pueblo natal, que de haber tenido en épocas anteriores hasta bien entrado el siglo XX, 500 a 550 habitantes, ahora han quedado reducidos a 30 ó menos, y no está lejos el día en que, como tantísimos pueblos sorianos y castellanos, se convierta en un pueblo abandonado.

Las causas fundamentales de esta emigración y sangría humana de Trébago, así como de la provincia, no son otras que la necesidad perentoria e ineludible de procurar el alimento y sostén primarios de la vida material, y no ya el satisfacer ocios o expansiones lúdicas y de descanso. Es decir, ante la imposibilidad de conseguir siquiera el mínimo de alimentación, vestido, vivienda y educación, en el medio rural del pueblo, los habitantes no tuvieron más remedio que emprender el camino de la emigración. Aunque no se nos olvida que las guerras, las discordias entre nobles, entre estos y la Monarquía, la peste, los atropellos cometidos por la Monarquía, la Nobleza y la Iglesia sobre los campesinos, menestrales y artesanos, también lo fueron, el principal motivo y causa de la emigración fue la penuria económica de las gentes del medio rural.

El término de Trébago, de unas 2.200 Has., de las cuales unas 650 son susceptibles de explotación agraria, dirigida a cereales, se puede considerar medio agrícola, medio ganadero. Es decir, no tiene las condiciones idóneas, como gran parte de la provincia, para la explotación, en su tiempo, de la ganadería trashumante, aunque algo tuvo, pero sí para en combinación con la agricultura mantener ganados estantes locales, de cuya simbiosis procedía el rendimiento económico para mantener la población. Como consecuencia de este equilibrio agrícolaganadero, todos estos pequeños pueblos fueron sobreviviendo, aunque fuera en no muy buenas condiciones.

Pero después del inmenso poder y apogeo del Honrado Concejo de la Mesta, propiciado por los Reyes Católicos y sus inmediatos sucesores, en detrimento de la agricultura castellana, mediante las talas indiscriminadas de bosques, el arrasamiento de sembrados, y todo tipo de coacciones con los agricultores, vino, como consecuencia un derrumbe en la agricultura en los siglos XVII y XVIII, que propició, indudablemente en mayor cuantía, el abandono del campo, lanzando a la emigración a muchas personas.

Por otra parte, todas las familias eran muy numerosas, y aunque en épocas anteriores la mortalidad infantil era muy grande, y la perspectiva de vida para los adultos muy corta, siempre había, en estas entidades de población rurales, exceso de población, candidato para la emigración.

Además, y a partir de mitad del siglo XIII, reinado de Fernando III El Santo, paralelo al incremento de los poderes de la Monarquía, la Nobleza y la Iglesia, denominados primero, segundo y cuarto poder, se produjo la decadencia del tercer poder, esto es Las Merindades y Comunidades de Villa y Tierra de Castilla, las primeras en la Castilla al norte del Duero, y las segundas al sur y este del mismo. Este tercer poder era el del común o pueblo llano. Mientras funcionaron Las Merindades y las Comunidades de Villa y Tierra, la explotación ganadera, agrícola y forestal se hizo en un plan colectivista y solidario para el común de los vecinos , y siempre mantuvieron, hasta que los Reyes Católicos les dieron la puntilla privándoles de sus últimas atribuciones instituciones, como dehesas, montes, rebaños de ganadería ovina, caprina, bovina, de cerda y de équidos, depósitos, hornos, fraguas, etc. todas ellas de carácter concejilcomunal, destinadas a velar por el bien común vecinal, de tal manera que cuando una familia se encontraba en dificultades económicas graves, ahí estaban los alimentos más necesarios almacenados en los depósitos comunales, para darles de comer y mantener a las familias necesitadas, siquiera con los mínimos más imprescindibles. Estas Comunidades y Merindades, fueron cayendo a impulsos de sus dentelladas, bajo la férula de la Monarquía, la Nobleza y el Clero o Iglesia, y los intereses de estos tres omnipotentes poderes de clases y corporativos, sustituyeron los intereses comunitarios, de ayuda social solidaria y colectiva entre los vecinos de cada pueblo, de cada Merindad o Comunidad, por, lisa y llanamente, el coloniaje y vasallaje de la población, que fue sometida a toda clase de violencias, explotada inmisericordemente y reducida prácticamente a la esclavitud. Como ejemplo de estas violencias directas y burdas, violencias que aunque más sutiles, y ejercidas por los mismos poderes, perduraron hasta bien entrado el siglo XX, tenemos que la nobleza castellana de los siglos XIII, XIV y XV, fundamentalmente en el reinado de Enrique II el de las Mercedes, hacían cosas como la siguiente: Julio Valdeón Baruque, en su obra Los Conflictos Sociales en el Reino de Castilla de los siglos XIV y XV, transcribe algunos párrafos de la Crónica del Rey Don Alfonso el Onceno, en los que se cuenta que en 1307, hubo que emprender una campaña contra algunos caballeros "malfechores" que tenían muchas casas fuertes en la región de Soria donde hacían mucho mal. Estos caballeros y gente noble, eran verdaderos bandoleros, que emprendían razias con su gente armada, arrasando pueblos y aldeas, robando todo lo que encontraban, quemando casas y cosechas, matando a hombres, mozos y niños, y abusando de las mujeres, a muchas de las cuales después mataban. Con todas estas calamidades que únicamente caían sobre los hombres de la gente del pueblo llano, no es extraño que la población se diezmara, y no solamente se produjera una emigración más o menos normal, llamémosle así, sino que produjeron el abandono de numerosísimos pueblos, aldeas, lugares, villas y demás entidades de población, que hasta entonces, a pesar de todos los pesares, habían podido sobrevivir. Esta es una de las épocas en que se produjeron mayor cantidad de despoblados en Castilla y por supuesto en Soria.

En un término como el de Trébago, con apenas 550 Has. de terreno cultivable, la mayor parte de mala calidad, y explotada en régimen de año y vez, o sea que cada año se sembraban poco más de trescientas Has., los señores que detentaban la propiedad de esas tierras eran los siguientes:

Propietarios Iglesia y Clero: Había 53 propietarios físicos y metafísicos pertenecientes al Clero, entre los cuales había iglesias, ermitas, conventos de monjas y de frailes, obispados, cabildos, catedrales, y propietarios tan peregrinos e intangibles, como ánimas del lugar, ánimas del lugar de Valdelagua y Obra pía para casar huérfanas fundada por Juan Ruiz Castejón. Eran propietarios de un total de 120 a 125 Has., además de casas, huertos, pajares, corrales, cerradas, etc., etc. Estos datos los hemos tomado del Catastro del Marqués de la Ensenada, 1760.

Propietarios de la Nobleza: Este estamento era el más importante propietario en Trébago, y por supuesto en toda la provincia y en toda Castilla, en su término tenían propiedades rústicas y urbanas de todas clases, El Marqués de Alcántara, El Marqués de Paredes, El Marqués de CastilMoncayo, El Marqués de Falces, El Marqués de Velamazán, El Marqués de Urquijo y el Conde de Villarrea. Entre estos señores propietarios de la nobleza acaparaban el 80 % del total de la tierra laborable; la Iglesia y Clero el 13 %, y el 7 % restante, se lo repartían entre los cien o ciento diez vecinos y sus respectivas familias. Es decir, poco más del 2 % de los propietarios, se repartían el 92 % de la tierra, y el 98 % de las gentes poseían el 7 % de las mismas. Totalmente injusto. Leyendo el Catastro de la Ensenada se ve curiosamente cómo, cuando describe los linderos de una finca rústica, situada en las partes más llanas y mejores tierras, sus vecinos, son componentes también de la Nobleza o de la Iglesia y el Clero, muy, muy raramente, son gente del estado llano. En cambio cuando describe la propiedad de un mísero labrador, apercollado por toda clase de carencias y trabajos, sus vecinos o son otros como él, o sus fincas, llamémosles así, limitan con montes o eriales, como que todas esas fincas, no eran, nada más que "rozos", hechos en plena Sierra del Madero, muy laderas, de poca y mala tierra, llenas de peñascales, sirviendo además sus siembras para alimentos de toda la fauna silvestre del monte, de tal manera, que, si de por sí, ya la productividad en las tierras llanas y mejores era escasa, raramente en estas rozas o "rozos", se podía superar e recoger dos por uno. De todo lo anterior, se derivaba, que los labradores, renteros, menestrales, artesanos, y en general la gente del común, llevara una vida miserable, plena de privaciones, atropellos, y verdaderamente lamentable. Esta situación, antes, durante y después de las crisis agrarias de los siglos XVII y XVIII, continuó e incluso se agravó hasta la desamortización de Mendizábal y Madoz, en el primer tercio y mitad del siglo XIX. Más bien se agravó, con la desamortización, pues aunque es probable que esta tuviera las buenas intenciones de recuperar la iniciativa y bienestar del labrador español, para aumentar la productividad agrícola, poniendo en venta las tierras de "manos muertas", éstas sólo pudieron ser comprados por los detentadores del poder y del dinero, que eran, seguían siendo la Nobleza y ahora también las clases burguesas, a las cuales, se aglutinaron los nobles. Nunca pudieron comprar esas tierras las gentes del común, porque no tenían, sencillamente, dinero, ni quien se lo suministrara.

Las consecuencias de todo ello, fueron, que los campesinos españoles, y por supuesto, los trebagueños, fueran cada día más pobres, más miserables, y más explotados, a manos esta vez, principalmente de nobles y burgueses, que con harta frecuencia se confundían y aliaban en una misma clase, ahíta de poder político, económico, social, coercitivo y judicial, ejerciendo sobre los labradores, una violencia, más sutil, pero no menos efectiva, de la que ejercieron sus colegas durante toda la Edad Media. De ahí, que estos labradores, fueran en todo momento materia dispuesta, para la emigración, ahora fundamentalmente hacia América, para poder cubrir sus mínimas necesidades materiales y las de sus familias.

Esta situación de vasallaje y semiesclavitud de los labradores y en general el pueblo llano, con pocos o sin ningún derecho frente a los abusos de los noblesburgueses y Clero, perduró hasta la segunda decena del siglo XX, cuando menos en Trébago. El autor recuerda, cómo en su niñez, oía contar a sus abuelas materna y paterna y a sus padres, de cómo sus dos abuelos, materno D. Santiago Carrascosa García, y paterno D. Galo Lázaro Sancho, y con ellos muchos colonos trebagueños, hicieran la compra de las tierras de los marqueses de Alcántara y Paredes, compras que se hicieron al abrigo de reuniones de vecinos en la Casa Concejo, a la manera de los antiguos usos y costumbres, de los Concejos de las Comunidades de Villa y Tierra, en este caso la Comunidad de Villa y Tierra de ágreda. Y recuerdo, cómo se comentaba en casa, al amor de la lumbre, los sacrificios que habían tenido, y tenían que hacer, y hasta dónde tuvieron que empeñarse, es decir, pedir dinero prestado suficiente para la compra de las tierras, y los que tendríamos que hacer, ahora nuestros padres y nosotros para devolver esos préstamos. De esta forma, en un lapso de 3540 años, hasta los 50, se vivió y trabajó en mejores condiciones que en épocas anteriores, mejorando la productividad de las tierras con mejores semillas y labores, pero a partir de mitad de la década de los 50, otra vez, la población soriana en general, y también la trebagueña, volvió a ser carne de emigración en más grande escala, que hubo tenido nunca, emigración dirigida al interior de la misma España, ciudades, a Europa y hacia América, y es esta última emigración, emigración que para nosotros fue fomentada malintencionadamente por sectores económicoindustriales nacionales, en connivencia con los gobiernos de la dictadura franquista, la que ha provocado el abandono de tantos y tantísimos pueblos sorianos y castellanos, y los que les seguirán, entre ellos, Trébago con toda probabilidad. Tenemos hecho un estudio de los despoblados de la provincia de Soria, desde el siglo XIV hasta nuestros días, en el cual recogemos más de trescientas entidades de población desaparecidas y que algún día publicaremos.

La permanente emigración trebagueña tuvo una corriente enfocada a territorio español, con destinos fundamentales a Andalucía y Extremadura, sin duda influencia de la ganadería trashumante; a Madrid, la más importante de todas las corrientes emigratorias dentro de España, Barcelona, Bilbao y Zaragoza. La otra corriente de emigración trebagueña, ésta dirigida hacia América, tuvo en orden de importancia, los destinos de Argentina, México y Brasil, con sólo dos casos atípicos de emigración en los años sesenta hacia Bolivia de Luciano Pérez Lázaro, sobrino del autor y de Juan Largo Domínguez, ambos dedicados a la fabricación de harinas, y el segundo ya regresado a España, continuando el primero en Bolivia.

Emigración hacia Argentina. Los emigrantes trebagueños que eligieron como su destino final Argentina, en los últimos 200 años fueron los siguientes:

D. Gregorio Lázaro Hernández, tío abuelo nuestro, emigró a la Argentina, Buenos Aires, a finales del siglo pasado. Fue sastrecortador de uno de los principales almacenes de esa ciudad, y finalmente regresó a España instalándose en Logroño.

D. Mariano Lázaro Aguado, primo hermano del anterior y también tío abuelo nuestro, emigró a Argentina a finales del siglo pasado. Se dedicó al negocio de peletería fina, fundando casa en Buenos Aires, con sucursales en Madrid que todavía subsiste, y que fue proveedora de la Casa Real Española y en La Coruña, Hendaya y París.

D. Alejo Casado, emigrado a Argentina, también a finales del siglo XIX. Dedicado al comercio ambulante.

Otra oleada de emigrantes a Argentina, se produjo en las dos primeras décadas del siglo XX. Fueron estos:

Los hermanos Manuel, Perpetuo, Mariano, Generoso, José y Mercedes Carrascosa Lázaro, hermanos de mi madre Constantina Carrascosa Lázaro y por tanto tíos carnales del autor. Se dedicaron al negocio de peletería, y en cierto modo fueron sucesores, de su tío segundo D. Mariano Lázaro Aguado, que patrocinó su ida a Buenos Aires. Fueron verdaderos expertos en corte y confección de toda clase de pieles finas. De todos ellos, Mariano regresó a España, igualmente que José y Mercedes, marchando estos dos últimos a México, en donde todavía residen. Los otros fallecieron en Argentina en donde residen sus descendientes, hijos que son mis primos y sus nietos.

José Carrascosa Lázaro, hermano de mi madre regresó a España hacia 1929, casó en Trébago con María Lázaro Jiménez, hermana de mi padre y hacia 1952 emigraron a México con su hijo Galo Carrascosa Lázaro, teniendo éste último un negocio de cría y venta de canáridos. Mercedes Carrascosa Lázaro, casó con Andrés García Córdoba, siendo los padres de Amalia García Carrascosa, mi esposa, y por lo tanto además de tíos carnales, son mis suegros. De los siete hijos de D. Santiago Carrascosa García e Irene Lázaro Cascante, seis emigraron a Argentina como hemos visto, y solamente mi madre Constantina Carrascosa Lázaro quedó en Trébago.

Otra línea de la familia Carrascosa, los hijos de D. Eugenio Carrascosa García, hermano de mi abuelo D. Santiago, todos en bloque, Luciano, Ceferino, Jesús, Fidel y Samuel, durante la primera y segunda decena del siglo actual, y Encarnación hacia 1947, emigraron a Argentina Buenos Aires. Unos se dedicaron al negocio de Librería, Imprenta y Papelería, otros a viajantes de comercio y otros fueron empleados. De todos estos familiares, algunos de los cuales emprendieron el viaje a Buenos Aires, a los diez años o menos de edad, ninguno regresó al terruño, ya todos fallecidos, y quedando en Buenos Aires sus descendientes. Como vemos, estas dos ramas de la familia Carrascosa emigraron en casi su totalidad, en busca de una vida mejor, ya que proviniendo de haciendas muy cortas tirando a pobres, la vida material que les hubiera esperado en el pueblo era francamente desesperante y sin salida alguna. Estas emigraciones en masa, al igual que las de otras familias de Trébago, en el mismo caso, provocaron en los padres que quedaron en el pueblo muy grandes y profundos dolores y angustias, pues no se les escondía que la despedida con un abrazo y un beso dignos y estoicos, como corresponde a la entereza del labrador soriano, podían ser, y de hecho lo fueron, el último adiós, a los hijos, realmente niños, que más que una emigración y busca de un trabajo, necesitaban el amparo y protección, de los angustiados padres que quedaron en el hogar familiar. Lo conozco porque lo viví con mis abuelos maternos y paternos. Encarnación emigró con su hija ángeles López Carrascosa.

D. Agustín y María Cruz Domínguez Lázaro, hijos de D. Eugenio Domínguez y Dolores Lázaro Cascante, hermana de mi abuela materna Irene, emigraron a Argentina también hacia la misma época que sus primos hermanos Carrascosa Lázaro. También el padre, D. Eugenio, emigró a Buenos Aires a vivir con sus hijos, una vez quedó viudo. Agustín se dedicó al comercio, y posteriormente regresó a Trébago, en donde puso una casa de comercio. María Cruz casó en Buenos Aires con un catalán, D. José Gómis, regresó a Cataluña, a Monblach, y ahí siguen sus descendientes. El padre, D. Eugenio, falleció al desembarcar en Barcelona, de regreso para España.

Hacia finales del siglo pasado o principios del presente emigraron a Argentina D. Perfecto Ojuel Carrascosa y Constancia Ojuel Carrascosa, parientes nuestros por el apellido Carrascosa. El primero fue empleado, regresó a Trébago, y terminó aquí su vida siendo agricultor. Constancia, formó una familia en Buenos Aires y ahí siguen sus descendientes.

Epifanio, Santos y Paula Martínez Orte, emigraron a Argentina Buenos Aires, también por estas fechas. Los dos primeros fueron empleados, Paula trabajó de sirvienta, formando una familia cuyos descendientes siguen en Buenos Aires. De todos ellos, solamente Santos regresó a Trébago, dedicándose a la agricultura.

Luis y Julián Ruiz Antón emigraron a Argentina, Buenos Aires. Empleados de comercio, no habiendo regresado ninguno a Trébago.

Aniceto Lavilla, emigrado a Argentina, Buenos Aires. Empleado de comercio. Regresó a España, y se estableció con una tienda en Puerto de Santa María, Cádiz.

Miguel, Eduardo y Mariano Tutor Barranco, tres hermanos, emigraron a Argentina, Buenos Aires. Empleados de comercio. Solamente Miguel regresó a Trébago.

Amancio, Miguel y Carmelo Pérez Tutor, sobrinos de los anteriores, emigraron a Argentina, Buenos Aires, década de los cincuenta. Miguel y Carmelo, regresaron a España, y posteriormente, Miguel marchó a México, donde continúa. Fueron empleados de comercio e industria.

Matías Delgado López, emigró a Argentina, a principios de siglo. Empleado de comercio. Regresó todavía joven a Trébago y murió muy tempranamente.

Honorio Pardo Carrascosa, primo hermano nuestro, emigró primero a Argentina, Buenos Aires, con la ayuda de nuestros tíos Carrascosa. Regresó pronto a Trébago, y después de sufrir la guerra civil española, salir a Francia a un campo de refugiados del ejército republicano emigró a México con la ayuda de nuestra tía Mercedes Carrascosa y su esposo Andrés García Córdoba, donde acabó su existencia.

Pedro y Cándido Barranco Barranco, emigraron a Argentina, Buenos Aires, en la segunda década de este siglo. Empleados de comercio. El primero regresó a España, estableciéndose en Calatayud, con un negocio de ferretería. El segundo falleció en Buenos Aires, dejando descendientes.

Emigración hacia Brasil. D. NicolásPrudencio Lázaro Sancho, tío abuelo nuestro, emigró a Brasil hacia 18651870, y fue el primero que abrió la emigración trebagueña hacia Brasil. Fue empleado y no dejó descendencia, acabando su vida en Río de Janeiro.

Eufemia Jiménez Martínez, tía abuela nuestra, por ser hermana de nuestra abuela Pascuala Jiménez Martínez, emigró a Brasil sobre las mismas fechas que D. NicolásPrudencio. Trabajó en el servicio doméstico, pero fue una mujer con grandes inquietudes culturales y espirituales, y formó una familia numerosa en Río de Janeiro. No regresó a Trébago.

Bajo la influencia y ayuda de los dos anteriores, emigraron a Río de Janeiro, Marcelino, Florencio y Fernando Lázaro Jiménez, hermanos de nuestro padre D. Nicolás. Fueron empleados, llevando una vida modesta pero sacando adelante una familia numerosa D. Marcelino. Florencio no tuvo descendencia y Florencio falleció en el barco que le traía a España pocos días antes de desembarcar en Barcelona. Ninguno regresó a Trébago.

Con esta saga se acaba la emigración trebagueña a Brasil, ya que nadie de Trébago volvió a emigrar a este país.

Emigración a México. La emigración trebagueña a México, en el período que estudiamos, fue la más numerosa, de la enfocada a Argentina, Brasil y Bolivia y también es cierto, que en este país, los emigrantes trebagueños tuvieron más campo o mejores condiciones de trabajo y oportunidades.

Tengo noticias de un primer emigrante a México, de los apellidos Sánchez, López o Casado, al que apodaban el Tío Cojo (debía padecer algún tipo de deficiencia locomotora, de ahí El Cojo por excelencia) que fue, el que en ese período que estudiamos inició y abrió el camino de los emigrantes trebagueños a México. Este señor, el Tío Cojo, patrocinó la ida a México a finales del siglo pasado de sus sobrinos o parientes, Casto, Basilio, Marcelo y Alejandro Sánchez Barranco. Todos ellos se afincaron en Teziutlán, Estado de Puebla, dedicados al negocio de la cría de ganado vacuno en ranchos. Todos formaron familias numerosas, y ninguno regresó a Trébago.

Los hermanos Cipriano, Florentino, Severiano, Jesús y Lucía Casado López, ya en la segunda década del siglo fueron a México dedicados a fabricar calcetines y tapones de corcholata, ranchos, tejidos y venta de automóviles. Crearon numerosas familias. Ninguno regresó a Trébago.

Los hermanos Cándido, Severiano, Félix y José Delgado López llegaron a México en la segunda y tercera década del siglo. Se dedicaron a explotar ranchos ganaderos en Teziutlán, y al negocio de los comestibles, y crearon sus familias. Ninguno de los cuatro regresó a Trébago, a no ser más que de paseo y siguen con sus familias en México, excepto Félix, que ya falleció.

En este tronco de los apellidos Delgado, López y Casado tenemos que añadir a Emelia García ¿López o Casado?, una de las primeras que emigró a México, a finales del siglo XIX o principios del XX, tal vez contemporánea del Tío Cojo. Se casó en México con Rubén Rivera, y allí viven sus hijos. A instancia suya se fueron a México los hermanos Delgado López.

Los hermanos Wenceslao, Eduardo, Gerardo, Gregorio y ángel Córdoba Sánchez, emigraron a México, por las mismas fechas que los Casado, dedicándose a los ranchos ganaderos, madererías, comercios de comestibles y ángel al negocio de laminadora, fabricando varilla, ángulos, pletinas y diferentes materiales de hierro para la construcción.

Los hermanos Francisco, Basilio, Concepción y Fredes Barranco Sánchez, excepto Concepción, que lo hizo en los años 50, todos se fueron en la segunda década del siglo, siendo niños de ocho o diez años. Se dedicaron al negocio de ranchos ganaderos, tradición fundada por sus tíos Sánchez Barranco, y a la fabricación de tejidos. Todos crearon sus respectivas familias. Aunque regresaron de paseo a Trébago, fue en México donde terminaron su existencia. Concepción Barranco Sánchez, emigró a México, con su marido Andrés Tutor Barranco, y sus hijos Eulalia y Andrés Tutor Barranco, dedicándose al comercio de comestibles. Andrés hijo se hizo odontólogo en México. Ninguno ha regresado a Trébago. La esposa de Francisco Barranco, Rosa, y la hermana de ésta, Laura, también eran nacidas en Trébago, y creo que su apellido era, digo era, porque ya han fallecido, López.

Los hermanos Juan, Gregorio, Valeriano y Venancio Romera, nacidos en Trébago, pero hijos de un veterinario, natural de Cidones, que estuvo muchos años ejerciendo la profesión en Trébago, emigraron a México, hacia la tercera década del siglo, al amparo de un tío suyo, natural de Villaverde del Monte (Soria), y se dedicaron al negocio de zapatería, en Veracruz, en el negocio fundado por su tío. De ellos, solamente Gregorio regresó a España, estableciendo un negocio de zapatería en Valladolid, los demás, permanecieron en México.

Los hermanos Andrés y Manuel García Córdoba, el primero mi suegro, emigraron a México en la segunda década del siglo. Establecieron el negocio de fabricación de harinas. Estos dos emigrantes llegaron a México patrocinados por su tío carnal, D. Jorge García. Este Jorge García emigró a finales del siglo pasado, y fue un hombre de múltiples iniciativas, ya que prácticamente llegó a ejercer los más variados y pintorescos oficios y negocios, desde jefe de estación, o sea funcionario del Estado Mexicano durante la revolución y telegrafista, hasta ranchero y comerciante en muy diversas ramas. Dejó sucesión en México.

Manuel y Andrés García patrocinaron la ida a México de sus sobrinos Gregorio Córdoba García y Santiago Córdoba García, así como a Amancio Córdoba Córdoba. El primero empleado, el segundo dedicado a la venta inmobiliaria, y el tercero alto empleado de una cadena de grandes almacenes, primero Aurrerá y después La Soriana, para finalmente establecerse en el negocio de transporte y comisiones agrícolas en Torreón. Un hermano de Amancio, Alejandro Córdoba Ruiz, también es alto empleado de La Soriana. Otro miembro de esta familia Córdoba, Basilia Gil Córdoba, es licenciada en Filosofía e Historia por la Universidad de Zaragoza, y está dando clases en un colegio de Torreón, también emigrada desde 1988, regresó a Trébago. Monserrat Barrena, por matrimonio con nuestro cuñado Andrés García Carrascosa, emigró a México en la década de los cincuenta. Allí continúa con su marido, hijos y nietos.

Emilio Antón Casado, sobrino de la familia Casado López emigró a México bajo los auspicios de sus tíos en la década de los cincuenta. Agente de comercio, regresó a España, y aquí continúa.

Los últimos emigrantes trebagueños a México, en la década de los setenta, fueron Hilario Delgado Martínez y Manuel Ruiz Tutor. Empleados de comercio, han formado sus respectivas familias allí, y en México siguen. El último, Fortunato Ruiz Martínez, y allí continúa.

El autor, Santiago Lázaro Carrascosa, hijo de Nicolás y Constantina, miembro de las familias Lázaro y Carrascosa, que durante todo el siglo transcurrido hasta ahora, 1992, proporcionaron numerosos elementos a la emigración trebagueña, tanto hacia Brasil (los Lázaro) como a Argentina (los Carrascosa) y también éstos últimos a México, emigró a México accidentalmente. Es decir no tuvimos nunca el proyecto de emigrar a México, a donde llegamos en marzo de 1947, y en donde permanecimos hasta abril de 1983, estuvimos fuera de España 36 años, aunque tuvimos la fortuna de visitar España y nuestra patria chica Trébago, casi todos los años de nuestra permanencia en México. Ahora ya estamos afincados definitivamente en España.

Madrid, marzo de 1992.

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Nota de la Redacción: Queremos agradecer a D. Santiago Lázaro Carrascosa el inestimable trabajo de investigación realizado sobre las personas relacionadas con Trébago que en su día se fueron a tierras de ultramar.

Creemos que puede servir de orientación a todos los interesados en encontrar sus raíces en épocas no muy lejanas, pero que, sin duda, el tiempo va borrando y si no se deja constancia escrita de ellas, muchas se acaban perdiendo.

Desde 1992, época en que está fechado su trabajo, hasta hoy, 1999, se han ido produciendo cambios en algunos de los datos que allí aparecen. Uno de ellos, sin duda el más doloroso, es el fallecimiento de algunas personas citadas en él, como es el de José Delgado López, o el de Concepción Barranco Sánchez, o el reciente de su marido, Andrés Tutor Barranco...



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