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Las escuelas



por Amelia Lázaro Jiménez

Quiero expresar mis sentimientos sobre las escuelas. El primer día que bajé de Soria a Trébago, mi pueblo, cuando ya sólo faltaba una semana para su reinauguración, el año pasado, me parecieron tan bonitas que sentí una emoción inmensa. Me vino a la memoria toda mi niñez al contemplar las mesas donde estudiábamos y la mesa de Dª Luisa, que así se llamaba mi maestra.

Mientras contemplaba el material que la Junta estaba recogiendo para prepara la inauguración me preguntó Conchita que si no tenía algún trabajo guardado de la Escuela, ya que querían exponer todos los trabajos que se pudieran recuperar de la época.

Me marché a casa sin esperanza de encontrar algo que mereciera la pena, pero, como siempre, hay un rincón en la casa, que está olvidado y, cuál fue mi sorpresa que en una caja de cartón muy vieja encontré bastante material mío. En él había cuadernos de escritura con las fechas y el año. El cuaderno, mejor dicho, los cuatro cuadernos que encontré, desde el año 1949 al 1951, venían marcados con el precio, 1'30 pesetas. Lo curioso es que todos encabezaban de esta manera:
Empezado el cuaderno el día 18 de Noviembre, año 1949, para uso de la niña Amelia Lázaro. Trévago. Soria.
Y, a continuación, poníamos:
Hoy, día 19 de noviembre, hemos dado la lección que trata Lengua Castellana.
Así encabezan los cuatro cuadernos que encontré. Después de esto, en otra página de uno de los cuadernos, hay este verso escrito, que me ha gustado, y dice así:
La noche se ha ido,
La luna no está;
Alegre está el nido,
Porque el sol brilla ya.

Despertar, Amigos,
Y ofrecer al Señor
Las aves, los trinos,
La hierba, el frescor.
Empecé a recordar cosas curiosas de la época, como cuando nevaba, nevazos de más de medio metro. Mi padre se levantaba antes que nosotros y hacía veredas para que pudiéramos ir a la escuela, que no por eso nos quedábamos en casa, ni mucho menos. Nos arropábamos, nos poníamos la bufanda y las catiuscas de goma con dos pares de calcetines, y en una mano el maletín y en la otra la famosa rejilla, a la que le echábamos un poco lumbre y así nos calentábamos un poco los pies. Por cierto, esa rejilla está en el museo de mi primo Pepe, que la guarda como uno más de sus tesoros.

Otra cosa curiosa que me vino a la memoria es que a la maestra teníamos que encenderle el brasero. A primera hora de la mañana llenábamos el brasero de cisco, poníamos en el medio unas ascuas de las mismas rejillas y unos papeles, lo sacábamos a la calle entre dos chicas, y con unos cartones le dábamos aire para un lado y otro hasta que prendía y se encendía el cisco, y así, cuando teníamos frío, nos calentábamos las manos.

Según estoy escribiendo me acuerdo de la primera hora de la mañana. Dábamos la lección que nos habíamos estudiado por la noche y, después, teníamos dictado, que casi nunca nos corregía, pues llegaba la hora del recreo y salíamos disparados al juego de pelota, a disfrutar de la comba o las tabas, y también de los alfileres y otros juegos más.

Después del recreo apenas hacíamos trabajo alguno. Por la tarde las chicas teníamos costura. Entre las labores hacíamos cruceta, festón, bainicas y costuras francesas, lo que se llamaba un costurero.

Otro de los recuerdos que tengo es el día que venía la Inspectora del pueblo. Ese día teníamos que llevar todos los trabajos limpios y bien hechos para presentárselos. Y después de hacernos alguna pregunta que otra, nos decía: ¡Todos de pie, a cantar!, y cantábamos:
Ya se van los pastores
a la Extremadura,
ya se queda la sierra
triste y oscura.
Ya se van los pastores
De las majadas…
Y así alguna canción más.

Desde aquí quiero expresar mis sentimientos profundos hacia mi escuela, en la que tantos ratos felices tuve y disfruté en mi niñez.

También quiero con esto agradecer al Ayuntamiento, a la Asociación de Amigos de Trébago y a su Junta directiva la gran obra que se ha hecho para hacer de unas escuelas ruinosas una sede tan útil para el pueblo, que todos disfrutamos. Por eso, mi agradecimiento a esta Asociación que con tanto entusiasmo lo están haciendo y, además, bien, que es lo difícil. Muchas gracias y adelante.

Por último, no quiero dejar de expresar la alegría que tuvimos en las escuelas el día de Nochevieja. Fue muy bonito que pudiéramos recibir allí el año 2000 y brindar con champán como si todos fuéramos una sola familia. Lo pasamos muy bien y, como siempre, en seguida organizamos nuestras partidas de cartas. Deseo que este año lo podamos repetir. Un abrazo para todos.
Trébago, abril de 2000

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