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Editorial



por Juan Palomero Martínez

Estimados lectores:
Dice un amigo mío que, en los aviones, el tiempo se pasa volando.

Esta frase, que puede parecer un chiste, resume lo que me pasa a mí con La Voz de Trébago. Cada vez que sale a la luz un número me digo "aún faltan seis meses para que salga el siguiente". Y parece que me puedo "echar a la bartola".

Pues bien, esos seis meses se me pasan volando. Y cuando me quiero dar cuenta, ya estamos otra vez recopilando artículos, llamando a los padres o a los abuelos de los recién nacidos para que envíen los datos del neófito, que me falta la foto de la boda, que ese artículo que me habías prometido aún no me ha llegado y mañana cerramos en imprenta el próximo número...

Tempus fugit, decían los romanos. El tiempo huye, se escapa... y qué razón tenían.

Pero, al final, hay por ahí un hada buena que nos echa una mano, y aquí tienes en tus manos, querido lector, el número 32 de la revista, que espero disfrutes tanto o más que las anteriores.

Y como en las ediciones pasadas, algunos artículos no han llegado a tiempo, y otros se han quedado fuera, en lista de espera, por falta de espacio, así que aparecerán en la revista siguiente.

En cuanto a ésta, quiero hacer una referencia especial a dos artículos.

Uno versa sobre el molino de biela-manivela. Está elaborado por expertos que este verano dirigirán los trabajos de recuperación de las Canteras molineras de Trébago, junto a la Peña del tío Sartén.

Cuando lo leí me llamó la atención, además de por su buen hacer y su buena documentación y redacción, la fotografía de la figura 11 en la que aparece un molino de hierro fundido de dimensiones enormes que parece hecho para fines industriales.

Y me llamó la atención porque yo conservo, de mis abuelos, un molino similar... pero casero, utilizado por ellos en la época del estraperlo, en la postguerra, para moler el trigo en casa, generalmente por la noche o a escondidas, en pequeñas cantidades, pero suficientes como para poder obtener la harina necesaria para amasar su propio pan.

Éste se sujetaba al borde de una mesa con un tornillo de presión, por lo que era muy fácil de montar y desmontar.

El otro, más poético pero igualmente bien documentado, trata sobre las estrellas, que en verano, y especialmente en Trébago, pueden observarse con una nitidez extraordinaria.

Berta nos hace una descripción que nos ayudará a distinguir las distintas constelaciones muy fácilmente. Y si contamos con la ayuda de un planisferio, mejor.

Por lo demás, espero que toda la revista os haga disfrutar y pasar un rato entretenido.

Feliz verano a todos.


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